Cualquier director de un curso de gestión del tiempo les habría prohibido hace unos años
utilizar WhatsApp para negociar algo tan serio como una final de la Supercopa de España. Hoy ya no. La red social que se define como servicio de mensajería se ha convertido en una herramienta esencial de trabajo y, ya encriptada y segura, es capaz de albergar desde conversaciones banales de amigos hasta el cruce de mensajes entre el presidente de una Federación Española de Fútbol y el de un club de fútbol para establecer las condiciones previas a un acuerdo en el que se van a mover
miles de personas y unos cuantos millones de euros.
El WhatsApp tiene su peligro. Se escriben palabras que, fuera de contexto, pierden matices que llevan a malas interpretaciones. Si leyéramos la conversación que mantuvieron vía WhatsApp
Luis Rubiales y Pepe Castro, ¿sabríamos quién ha mentido menos o quién ha dicho más verdades? Probablemente no. El cruce de declaraciones que ambos mantuvieron en un par de emisoras de radio, sin embargo, sí nos dejó bastante claro el origen y la resolución de un conflicto que a punto ha estado de estallar en las manos del nuevo presidente de la Federación Española.
Partimos de una base:
ni uno ni otro dice toda la verdad. Hay que ser muy ingenuo para pensar lo contrario en una negociación con tantas partes implicadas y con tantos intereses económicos en juego, tan importantes, o más, que los deportivos. Y partimos de una circunstancia: Rubiales leyó el comunicado oficial en el que el Sevilla mostraba su "absoluta disconformidad" con la fecha fijada para la final de la Supercopa
con el mismo enojo que le entró cuando llegó a sus ojos el texto en el que Florentino anunciaba el fichaje de Lopetegui por el Madrid.
Una segunda crisis recién aterrizado en la Federación que Rubiales ha querido atajar poniendo hábilmente a Castro entre la espada y la pared, defendiendo sus argumentos con vehemencia, jurando por sus hijos y
desvelando públicamente una conversación privada, imprudencia que le puede servir para ganar una batalla, pero nada aconsejable -por la desconfianza que va a generar en el futuro- para las muchas guerras que le quedan en sus años de mandato.
¿Le dijo Castro vía WhatsApp a Rubiales que aceptaba el día 12 a partido único, pero que lo comunicara él como imposición para no tener problemas con su afición, como sostiene el presidente de la Federación? ¿Le dijo Castro que no lo aceptaba, que su consejo mantenía la idea de jugar a doble partido, pero que si la Federación se lo imponía jugaría y que debía ser él quien lo hiciera público?
Intuyo, por cómo se produjo la conversación, que ocurrió lo primero. Pero hubo otras preguntas a las que Rubiales no ha dado respuesta. ¿Ha influido en la decisión que su vicepresidente y su secretario general sean catalanes? ¿Ha sido el Barça el que ha propuesto Tánger y el que le ha dado la solución llave en mano, con el millón de euros, las 6.000 entradas y el viaje pagado para toda la expedición del Sevilla? ¿Ha utilizado Rubiales como excusa la carta que le ha enviado la AFE advirtiendo que se incumple el convenio colectivo? ¿No se incumple el convenio disputando los futbolistas del Barça un partido amistoso el día 4 de agosto?
Todas las respuestas pueden ser afirmativas.
El pulso lo pierde Castro. Gana el fútbol negocio y la afición del Sevilla no podrá disfrutar de la final en su estadio. Difícilmente se desplazarán a Marruecos miles de sevillistas en una fecha veraniega en la que se hace especialmente complicado cruzar el Estrecho. En lo deportivo, sí sale beneficiado porque le resultará más fácil sorprender al Barça en un solo partido.
Escribí ayer, y editorializamos en
ESTADIO Deportivo, antes de que se produjera el rifirrafe radiofónico entre el presidente del Sevilla, José Castro, y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. Mi opinión y el editorial de ED compartían una idea que, tras el tenso debate en las ondas, prevalece intacta:
en su primer conflicto con el Barça, Rubiales se ha plegado a los intereses del conjunto catalán. Lo mismo que ocurría cuando mandaba Villar.