Se ha dejado utilizar por su Sevilla. Se ha dejado llevar por su corazón, sin darle opciones a la razón de su mente. Caparrós decidió dar el paso al frente, ha cumplido el ajado dicho 'a entrenador nuevo, victoria segura', y ya está metido en el lío hasta el corvejón, en plena briega diaria.
Trabajo, trabajo y trabajo. Ni descansa, ni deja descansar. El presidente Pepe Castro y su consejo tienen lo que necesitaban:
un paraguas exclusivo hecho a medida e imposible de encontrar en ningún otro mercado, mucho menos a estas alturas y con la embarcación derivando sin freno y arrastrada por una fuerte corriente hacia un estrepitoso fracaso.
Con tan pocas asas con las que asir el incierto presente del club, con tantas dudas y ansiedades acumuladas en lo institucional y sobre el terreno de juego, pocas soluciones más claras vislumbran los sevillistas que la de agarrarse al 'efecto Caparrós'. Lo han hecho y de forma unánime. Tanto es así, que lo que
parecía imposible lo ha logrado el técnico utrerano de la noche a la mañana: recuperar la unión afición-equipo. Una grada que después de la indecente final de Copa vuelva a sentirse representada por los únicos que tienen la capacidad de cambiar, con sus acertadas decisiones en el césped, el destino deportivo de la entidad.
Caparrós sabe qué teclas tiene que tocar. Ningún invento táctico,
los justos para que el equipo se arrope en defensa, presione convenientemente y deje de encajar escandalosas goleadas. Contundencia en ambas áreas. Protagonismo para futbolistas españoles que hablen su mismo idioma, fuera y, sobre todo, dentro del campo. Y, por evidente que parezca, que se perciba con claridad la exigencia mínima que Caparrós sabe que aplican los sevillistas a sus jugadores: la casta y el coraje que han llevado al Sevilla a ganar títulos y a proclamarse 'Pentacampeón de Europa'.
El catálogo de buenas e inteligentes intenciones navega en el contexto de la urgencia y las prisas en las que se mueve el club. No hay más bases que aprobar cuando el único e inmediato fin es recuperar el rumbo, sumar puntos o ganar partidos.
Primero ante el 'Madrid B'. Sin Cristiano, Bale y compañía, pero con futbolistas con ganas de demostrar su valía y
con las secuelas del pésimo arbitraje sufrido en el 'Clásico', lo que dispara el temor a compensaciones a través del silbato de
Mateu Lahoz, colegiado de infausto recuerdo en el Sevilla.
Tras el Madrid,
un derbi ante el Betis cuya trascendencia dependerá del resultado ante el conjunto merengue. Los de Setién,
con los deberes hechos y ganas de sentenciar a su eterno rival. Los sevillistas, agarrados al 'efecto Caparrós'.