Juicio final a Sampaoli

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
3 min lectura
Juicio final a Sampaoli
- Joaquín Adorna
Va a pasar a la historia como el entrenador infiel, desleal, traicionero, sin escrúpulos, que antepuso su sueño personal de entrenar a la Argentina de Messi, al respeto y al agradecimiento a una institución centenaria -y a su afición- que le dio la opción de abrirse paso en Europa. Dirigir al mejor futbolista del mundo debe ser muy tentador, hacerse un hueco en la historia del fútbol siempre resultará más fácil al son de la zurda del mejor jugador del mundo -en otro escalón diferente a cualquier segundo-, pero meterse en el vestuario de 'D10S' no debería haberle cegado hasta el punto de convertir su salida del Sevilla en un molesto serial para los aficionados sevillistas.

El personal se debate en las diferentes encuestas que publicamos los medios de comunicación entre los pitos, los aplausos y la indiferencia, ese silencio maestrante que duele más que la mayor de las estocadas. Si se pudiera dividir la valoración en partes, habría ovación para una primera vuelta de ensueño; pitos para el tramo que sigue a la eliminación en Champions ante el Leicester; e indiferencia a quien no supo decir adiós de sevillanas maneras, con la cabeza alta y mirando a los ojos sin complejos ni mentiras que esconder.

Se marchará Sampaoli por la puerta de atrás, quedará como uno más en la larga lista de entrenadores que han dirigido al Sevilla, y se habrá perdido la oportunidad de saber si, en un segundo año, su fútbol quedaba en mentirosos fuegos de artificio o daba para agarrar la punta toda una campaña y campeonar; si la posesión la seguirían acumulando los centrales y el portero, o si el aficionado se iba a sentir orgullosos del sometimiento a los poderosos; si con al menos un delantero de 25 goles, y no varios segundas puntas, se habrían superado los cuartos de final en la Champions y la tercera plaza. Nos quedarán esas dudas y la certeza de una errónea despedida.