De traiciones está la historia del fútbol llena. Pero hay traiciones y traiciones. Y la de
Sampaoli es de las que se podrían considerar
veniales. Quien conozca a un argentino sabe lo que para él significa su equipo nacional, sea de lo que sea. Para él es lo más grande y lo antepone a cualquier otra cosa.
Eso es lo que el viernes quiso decir Sampaoli y lo que, por su forma de actuar a lo largo del último mes,
no ha sabido hacer comprender a casi nadie.Su caso me ha recordado a otro acontecido hace veinte años exactamente
(temporada 96/97) y con Capello y el Madrid como protagonistas. Aquel año, el equipo merengue se hacía con el título de Liga tras superar al, posiblemente, equipo más fuerte del mundo:
el Barça de Robson con Ronaldo, Figo, Guardiola, Luis Enrique, Popescu, Couto y compañía. Nada más terminar el campeonato,
Fabio Capello confirmaba que dejaba el equipo, como se venía dando por hecho desde hacía dos meses, para dirigir al
AC Milan. Él esperaba que los aficionados entendieran que se marchaba al que era su equipo de toda la vida y que lo hacía porque el club rossonero le había pedido ayuda y le necesitaba tras acabar la Liga en undécima posición.
El madridismo, dolido y traicionado, reaccionó de forma similar a como el sábado lo hizo el sevillismo y, pese a que el Madrid de Capello ganó la Liga e hizo el mejor campeonato que se le recordaba a ese club desde la etapa dorada de la Quinta del Buitre, despreciaron lo conseguido.
"Con Heynckes -su sustituto- veremos mejor juego", dijo Lorenzo Sanz, su presidente, jaleado por el madridismo. Sin embargo, tras su marcha,
el Madrid ganaría dos Champions, pero su nivel en la Liga fue muy inferior y no volvería a llevársela hasta que no llegó
Florentino con
sus millones y Figo con su traición (esa, con mayúsculas).
El técnico italiano se marchó sin una mala palabra, con la esperanza de que alguien le comprendiera. Al final, tras el enfado inicial,
la afición merengue entendió los motivos de Fabio Capello, que dos años después estuvo a punto de regresar y al final
lo hizo una década más tarde para ganar otra Liga. La diferencia es que
Jorge Sampaoli, cada vez que habla,
se gana nuevos enemigos, que no ha acertado a la hora de gestionar su salida y lo único que está logrando es agrandar cada vez más la fractura con el sevillismo.
Él ya ha demostrado aquí su valía. Él ha demostrado su dedicación al equipo hasta el último minuto de la la Liga.
Él ha enamorado, mientras tuvo a sus piezas claves a tope, a todo el fútbol nacional. Y la historia se lo reconocerá.
Si no lo enturbia más, quién sabe si no puede haber una segunda oportunidad.